Sus artistas viven de hacer piruetas que llegan hasta el cielo, pero el Cirque du Soleil es una empresa con los pies bien en la tierra.
Experto en negocios financieros, Gaétan Morency es el manager desde hace 20 años. Asegura aportar visión estratégica a una compañía que da vueltas por el mundo con espectáculos que, la mayoría de las veces, son un éxito, aunque pueden terminar en fracaso.
Ese caleidoscopio de sueños, como algunos definen al Cirque, vende 10 millones de entradas en el planeta y factura US$ 700 millones anuales. No confiesan la tasa de ganancia, pero de cada entrada se destina un porcentaje a los creadores de las obras, quienes se aseguran un royalty de US$ 30 millones.
El Cirque progresó desde 1994, cuando dejó de recibir subsidios de su Quebec natal y decidió montar la carpa en otros países. De acuerdo a Morency, el secreto consiste en pensar siempre en el próximo espectáculo, sin retacear un sólo dólar. "El segmento se ha vuelto muy competitivo y para crear hay que invertir", sentencia de manera sencilla. Sin embargo, cuenta con un equipo de profesionales sofisticados que colocan parte de los ingresos en varias monedas distintas para que nunca le falte el sueldo a un staff de 4.000 personas.
Guy de Laliberté, el artista callejero que fundó el Cirque, es una historia aparte. Su especialidad es tocar el acordeón y escupir fuego por la boca. Hoy posee el 100% de las acciones del Cirque du Soleil. Un dato: las aseguradoras le impiden seguir haciendo figuras con el fuego.
Laliberté está concentrado en mantener los 15 espectáculos distintos que ofrecen en las principales capitales. En el 2000 casi se funden luego de ensayar otros rubros como el hotelero y las salas de entretenimiento. Desde entonces, decidieron que lo suyo es el circo y que la diversificación pasa por imaginar obras distintas.
Adivine cuál es la próxima escala de Gaétan Morency: China. No se equivoque, no está pensando en comprar yuanes. Acompañará a quienes reclutan los artistas del Cirque, precisamente, entre los atletas olímpicos.
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